martes, 17 de marzo de 2020

Cuarentena
Día 4.

No sé para qué cuento los días. Dentro de mi mi hay una voz que me dice que esto va a ser mucho más largo de los 15 días que ha decretado Presto Sánchez. 

Hablando del presidente. Ha salido hoy con sus medidas económicas, muy contento y ufano, moviendo su colita, como la ratoncito presumida, y nos ha sacado el dedo de en medio a los autónomos, a las pequeñas empresas, a los que no tenemos más medios que nuestras manos y nuestro sudor. Un mojón para usted señor Sánchez. 

Levantarse a las 10 de la mañana estando encerrada en casa no parece mal plan. Pero tal vez sea desperdiciar media mañana, ¿Desperdiciar media mañana para qué, si no hay nada que hacer? Es una sensación rara, me sobran horas, pero me faltan a la vez, ya que no tengo nada que hacer, peor no hago nada. Me disculpo por no poner ni la lavadora con que llueve y hace malo. Mal voy. Necesito hacer cosas, tener un plan, una meta... No en estos 15 días, claro. Es más bien mi actitud vital. Tengo que moverme. Tengo que hacer cosas nuevas. 
Salgo a la calle hoy también. Mucha más gente que ayer, aunque era una hora más tarde, no me explico tanto perro por la calle, tanta gente de compras, y lo que menos me explico, los que están de paseo. Yo en mi casa, con mi negocio cerrado, mis empleados en casa, sin saber qué va a ser de ellos, y hay gente incívica que se pasea tan tranquilos. Mis sensaciones y emociones hacia ellos son muy negativas. No quiero ser faltosa, pero tienen pendiente una hostia en toda la cara. Que asco.

Aún así el habiente sigue siendo de paranoia, la gente va con guantes, mascarilla, pañuelos de papel en la boca...

Hablo con mi madre, está agobiada. En su pueblo no hay nadie infectado, pero si en Lisboa, donde trabaja Fernando, que aunque lo hace con mascarilla, se la quitan para comer, y cálculo que el hecho de llevar mascarilla, y no lavarse adecuadamente después de trabajar con ella, sea lo más conveniente...

Hacemos un horario. Es que si no esto es un pitorreo, comemos a la misma hora siempre, pero lo demás ..... Un caos. Decidimos cambiar la peli de las noches por una peli después de comer. Por la tarde juegos en familia, por la mañana ejercicio. Por cierto, tengo agujetas. Si señor. Agujetas. Encerrada en casa y con agujetas. En las piernas y los nominales. Por las tardes quiero hacer yoga, a ver si me dejan... 

Hoy tampoco ha hecho sol, así que el balcón solo lo hemos usado a las 20.00. Muchísima gente en la ventana, sonaba música de fondo, no sé si la de RESISTIRÉ, o la de SOBREVIVIRÉ... es divertido ver a la gente divertirse 

Ojalá mejore el tiempo, necesito sol, energía, poder salir a mi balcón a comer, o a colgar la dichosa ropa que aún ni he lavado. 

La cuarentena desde el balcón siempre es menos cuarentena.

lunes, 16 de marzo de 2020

Cuarentena.
Día 3.
Anoche, después de escribir el blogg volví a discutir con David. Cuando acabe todo esto retomaremos un montón de cosas. Nos hemos metido en una espiral donde hay de todo, menos nosotros dos. Niño, casa, bar, temas a solucionar.... Todo junto, a la vez y mezclado en una pasta homogénea en la que, sin perspectiva de las cosas, miramos la vida, pero no nos vemos el uno al otro.

Me levanto con Adrián. Serán como las 8.30 cuando me ha despertado con un "Mami... ¿Cuando nos levantamos?".  Su voz y su energía están mucho más despiertas de lo que me gustaría. En otras ocasiones, le tapo con la manta, le abrazo y nos dormimos de nuevo. Esta vez no tiene pinta de que se vaya a dejar convencer... Aún así me regala 10 minutos remolineando en la cama.

Desayunamos con dibujos. Mientras hago unas llamadas. Se levanta aita cuando empezamos con las fichas. He comprado unos cuadernos "Rubio" para que haga cosas en casa. A él le gusta, pero claro, lo que le resulta complicado no lo quiere hacer... se suponía que nos mandarían cosas que hacer desde el cole pero, aparte de una carta donde nos dan unas pautas muy generales, no hemos recibido nada más. Adrián adora el sacapuntas. Cada vez que hace una fila de letras saca punta al lápiz.... No nos va a durar los 15 días....

Me visto y bajo a la calle. Es como ir a otro país. Tengo la misma sensación que cuando viajo a un destino aún desconocido. Es difícil de explicar. Voy rápido hasta la frutería, como por un lugar peligroso y nuevo. Miro a cada lado, a cada persona, los esquivo con el paraguas, mantengo las distancias, miro las tiendas, a los comerciantes. Es agotadora la paranoia. Voy al bar a por huevos y algo más perecedero, leche abierta, quesos... Al llegar me doy cuenta, no tengo llaves. Paso por casa de mis cuñados a por las suyas, no las tienen encima. Da igual. Mañana quedamos y nos repartimos lo que tengamos en los bares...

Entró en el super. Hay una cola larguísima, pero la chica la ventila en un paseo. No hay muchos clientes, y tampoco hay muchos empleados, la baldas están llenas. Da la sensación de que está todo controlado. Pero no. Hay cosas que llaman la atención de manera alarmante. Hay cajeras con mascarillas, no todas. Todas llevan guantes y usan unos spray entre clientes para limpiar la cinta de la caja. Los clientes guardan cola en silencio, manteniendo una distancia que nadie sería capaz de atravesar. Es un metro frío, un metro de miedo, un metro de espera. Hay un vacío que se lo traga todo entre clientes. En la carnicería la cosa cambia. La gente está más apelotonada, pero hay una baliza de plástico, la típica de las escenas de los crímenes de las películas, que indica la distancia a la que tenemos que estar de la pantalla de cristal. Cojo número, pero me siento incómoda con la visión: un montón de carne separada de mi por un cordón policial, y todos los clientes observandolo. Adiós, me voy. 

Hablamos con los amiguitos de Adrián por videollamada. Es el cumple de Hugo. Están todo bien, es raro e incómodo para ellos comunicarse así. Son mucho más físicos, unos notan las energías de los otros con solo verles llegar. Por teléfono no funciona... Aún así Adrián está feliz, les enseñamos a los gatos, ellos sus muñecos y disfraces. 

Me duele el estómago. Estoy comiendo muy mal estos días. El hierro que tomo tal vez me este sentando mal en ayunas... Me tengo que cuidar. También he hecho deporte, hoy los 3 juntos. 

La siesta ha sido más corta y en soledad, ya que Adrián no quiere dormir. 

Después de juegos y de cenar, videollamada a los tíos y la abuela. Me da mucha pena que mi suegra tenga que estar estos 15 días sola. Tal vez deberíamos haberla invitado, pero está más segura sola, David sale con el perro y puede ser un problema para ella si el trajera el virus a casa estando aquí.  La conversación es rara y corta, se resume en algo as:  "¿Que tal?" "Bien". Podríamos colgar. Me empeño en que no sea así. Le voy diciendo a Adrián al oído cosas de las que hablar, cosas para contarles. Me fascina ver a las chicas arregladas. Mi cuñada me dice que hay que verse bien. Tiene razón, encima de estar encerrada, si te ves hecha un trapo... 

Parece que la vida se ha convertido en lo que se hace para rellenar el tiempo. Es como un globo. Se hincha y se deshincha, pero da igual, es lo mismo pero cambiado. Se hincha y se deshincha, y se vuelve a hinchar, un ciclo que no lleva a nada, no se gana nada, no se aprende nada. Sólo pasa. Pero se agradece tranquilidad, y sobre todo, lo que más estoy apreciando es no decir la odiada expresión: "tengo que..." No hay nada que "tenga que...hacer" lo hago porque quiero, porque me nace, porque sé que es lo mejor, pero no por obligación. 

Ojalá mañana no llueva y podamos salir a jugar al balcón. La cuarentena desde el balcón es menos cuarentena.

domingo, 15 de marzo de 2020

Cuarentena.
Día 2 

Hoy ha sido un mal día, muy malo. No entiendo porqué, no tengo obligaciones, no tengo prisas, pero parece que el cuerpo, o la mente, me piden lo mismo de siempre.

Me he despertado sola en la cama. Los chicos estaban ya desayunando. He salido a la terraza. Hace sol. Desayuno y me pongo a limpiar. 3 personas y 4 animales en 65m2 hay que gestionarlo bien. David sale a sacar al perro, lleva con el niño desde que se ha levantado. Al volver del paseo algo ha cambiado. Grita a Adrián para que se tome el antibiótico. Le digo que se calme. Sigue gritándole. No entiendo qué pasa. Relájate, aquí estábamos tranquilos hasta que has llegado. Al final el niño le hace caso. Se ve que no le gusta que le haya llamado la atención. Ahora me grita a mi. Bueno, tal vez no me grita, pero me habla mal, no le gusta que haya dejado el recogedor con basura, aún seguía limpiando. Me lo repite mal, le digo que se relaje, que no se qué pasa, pero que ya pasó de él. Viene detrás de mí repitiéndose las cosas, dos veces. No quiero ni escucharle. Al final hemos discutido. Le da igual que me haya enfadado, le da igual todo. Usa su super poder. Consiste en darle la vuelta a las cosas. Cuando me enfado y grito ya pierdo la razón, y él aprovecha para darle la vuelta. 

Me pongo al día con el whatsapps. He decidido hacer deporte. 20 minutos ya es más deporte del que he hecho en los últimos 2 años. Hago cardio, en la habitación, sola. Mañana más. 
No comemos en la terraza, se ha nublado y ha refrescado. 

Me quedo atónita viendo a la gente por la calla. En grupos, haciendo risas, de paseo, con palos hacia el monte. Incluso 3 tontos se han puesto a parar a un coche, se ve que eran amigos.  Poca broma, colegas, que el coronavirus ya no afecta sólo a gente mayor o a gente con patologías previas. 

Después de comer siesta. Me despierto tarde. Dormiría toda la cuarentena. Me siento deprimida. Siento que no hago nada. No sólo hoy, reconozco esa sensación, lleva conmigo mucho tiempo, pero ahora veo qué es. Tengo que tomar decisiones y hacer cosas. Tengo 12 días para pensar cuales.

Para acabar el día, tengo un enfrentamiento con mi cuñada. Es lo malo de juntar familia y negocios. 

Mañana no punta bien.  Pero tengo que cambiar mi actitud para enfrentarme a lo que queda de cuarentena.

Ojalá mañana salga el sol. La cuarentena desde el balcón es menos cuarentena.

sábado, 14 de marzo de 2020


Cuarentena. 
Día 1

Muchas horas de sueño después de una noche de nervios. Las responsabilidades me rondan la cabeza y asaltan mi mente cuando cierro los ojos; un negocio, empleados, proveedores, después de un mes de vacaciones en enero, cerrar en marzo no ayuda. Vueltas al "podría haber hecho.. ", "debería haber pensado..."  "¿Qué haré con esto o con aquello?"   

Cuando los párpados pesan más que los pensamientos, duermo. Son cerca de las 4 de la mañana.

Una mañana pesada la del día uno. La cabeza es un ancla que me mentine en los pensamiento de la noche anterior. Me pongo al día con mi madre. Su asma y su personalidad, podría llamarla obsesiva, la agobian. Que me cuide, que cuide del pequeño, que cuide de mi marido, que no salga... Ella está preocupada, es grupo de riesgo, su marido sale y entra por trabajo y para que ella no vaya a sitios con gente, puede llevar el virus a casa en cualquier momento. Me cuenta lo que oye en la TV, lo mismo que decían aquí hace 4 días, mantenerse en casa, pero la gente está en terrazas y de viaje, tomándolo todo a chufla... Prometo hablar con ella el domingo.

Me llaman por teléfono, ¡¡Susana y Hugo en la ventana!! Han ido a dar un paseo aprovechando el día de sol, ("qué bien, tal vez debería haber hecho lo mismo, aún dejan salir de casa con libertad, no hay restricciones, sino recomendaciones..." Hugo está encantado de ver a un amigo, y Adrián también. Aunque había salido con el padre a pasear al perro por la mañana, no ha estado con los amigos hace ya días. Los niños necesitan otros niños.
Comemos en la terraza, sol, energía...

Dicen que Pedro Sánchez comparece a las 15 y declara el estado de alarma. Pero sale nadie, se filtran cosas. Tal vez el lunes nos quedemos en casa hasta nuevo aviso. Sentada en el sofá pienso: "comida". Después de las aglomeraciones de estos días y el miedo al desabastecimiento, la incertidumbre ensombrece la soleada tarde. Tengo de todo  aún así miro la nevera, faltan yogures para Adrián, de los que le damos de capricho, tengo 3 patatas y no tengo tomates. Prefiero ir ahora, sábado a las 15 horas, que esperar al lunes y encontrarme con colas o sin comida....

Miro a David. ¿Te imaginas sentir esto todos los días de tu vida? Imaginas vivir en guerra, vivir en Siria?? O simplemente vivir al otro lado del estrecho??
Si. Salo, somos afortunados.

Adrián al galope me saca de ese pensamiento. Lo adoro.

3 supermercados para poder encontrar patatas. Me doy cuenta de una cosa: voy aprendiendo. Ellos también. No pueden reponer lo que tienen en los almacenes porque hemos ido como locos a los supermercados y no pueden atender y reponer a la vez. En uno hago cola en la calle. Ahí han aprendido. Si trabajan bien, mejor servicio, más seguridad. Varias cajas abiertas, pero mucha más gente reponiendo y limpiando.
Me tumbo con Adrián a dormir la siesta. El móvil consigue que mi mente se vuelva a anclar. Nadie confirma, todos opinan, todos dicen, pero nadie sabe.

Es una sensación extraña, desconocida para mi. Incertidumbre. Cuando te gusta tener todo bajo control y hay cosas que no se controlan el corazón se sale del sitio. Miro a Adrián. Ojalá no recuerde estas semanas cuando sea mayor. Pero ojalá yo si y pueda ayudarlo si lo volvemos a necesitar.

Tarde de risas, no hago caso a la comparecencia del presidente. Deben ser como las 20.30 cuando le escucho de refilón. 

Resulta que se declara el estado de alarma. Pienso en Susana y en Hugo. Mañana no va a haber paseo como habíamos pensado. Debería haber ido hoy. Al final siempre me arrepiento de lo que no he hecho.

Cosas que se aprenden, no dejar para mañana lo que puedes hacer hoy, si es en familia, menos aún.

Sigo pensando en los datos económicos. Es sábado. Cómo abrirá la bolsa el lunes? Cuanto tiempo pagaremos está pandemia? Ojalá salga todo bien. Ojalá no enferme nadie más.
Una gripe, decían. Lo que no decían es que nos ponemos todos malos a la vez y pum, el estado del bienestar en peligro